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La Rogativa de Catí a Sant Pere de Castellfort

Aunque hay razones para pensar con un inicio anterior, la primera fecha que tenemos de esta rogativa es el 6 de mayo de 1321 cuando el catinenc Arnau Segarra deja en testamento un legado a la ermita de Sant Pere de Castellfort. Unas teorías dicen que el inicio se debe a que un año de mucha sequía, la gente del pueblo fue a la ermita de Sant Pere a pedir lluvia para el campo. Cuando volvían a Catí los sorprendió una fuerte tormenta con abundante agua y aquel año las cosechas fueron copiosas. Otras teorías, mas alejadas de la iglesia, sitúan el inicio de este peregrinaje en la época de las pestes que causaron muchas muertes en nuestras tierras. Lo cierto es que los de Catí han continuado siempre con esta manifestación religiosa que sin ningún tipo de duda se símbolo de identidad del pueblo.

El indumentaria típica de la rogativa es la capa y la barretina. Tanto la una como la otra suelen ser de color oscuro, negro o avinagrado. De estas dos piezas se conservan muchas de muy antiguas. Las capas de buena calidad, además de ser muy apreciadas, son motivo de herencias siendo transmitidas de unas generaciones a otras.

Para los desayunos la comida principal es la lanzadora con chocolate y queso tierno de Catí. Sin lugar a dudas el plato estrella de la rogativa es, como todo el mundo sabe, els fessols amb arròs, judías con arroz. Cocinados con mucha paciencia por los cocineros desde primeras horas con seis grandes calderas de cobre, este suculento plato supone el mejor premio para cuántos hayan hecho los más de 35 kilómetros de subida por caminos llenos de piedras. Los ingredientes son: judías, arroz, ajos tiernos, perejil, azafrán, sal, pimienta roja, canela y agua.

El sábado, a la llegada de los peregrinos a Castellfort, toda la gente que acude a ver la rogativa, puede disfrutar de un buen plato de judías y arroz hasta que se acaban.

La primera parada se hace en la ermita de la Virgen de L’Avellá, donde se almuerza y se escucha misa. A continuación y entrando en el término de Morella por el cortijo de les Covetes se llega a Salvasoria. Aquí se hace una corta parada y, ante la imposibilidad de hacerlo en la iglesia en escombros, de Santa Llúcia, se reza en la era del cortijo. Poco después llegarán a la aldea de la Llàcua, donde se comerá.

En la masía de la Pinella ( término de Ares ) se hará un corto descanso donde el ayuntamiento de Catí invita a cazalla y agua del Avellà . Ya sin parar, pasarán por el Hostal de la Roja para emprender la dura y tortuosa subida de Sant Pere que los conducirá hasta la ermita.

El domingo, a las 8 de la mañana, saldrán de la misma ermita en procesión para llegar una hora más tarde a la ermita de la Marededéu de la Font donde se celebrará misa. Después de comer, otra vez judías y arroz, la procesión sale en dirección a Ares. Cerca ya del pueblo encienden una aliaga para avisar a los que se quedaron que ya pueden acudir a recibirles.

Mucha gente, a pie o a caballo, ha hecho la rogativa sin ser del pueblo. Pero, muy poca de esta gente conocen el último acto de esta fiesta.

Se trata de la procesión de la noche. Al poco de la llegada, casi sin tiempo de ir a dejar las caballerías y limpiarse un poco, los peregrinos y acompañantes se vuelven a reunir en la primera casa del pueblo, donde se ha quedado la pequeña imagen del santo. Todo el mundo acude con la capa y una antorcha en la mano. Los cuatro hombres de más edad tendrán el honor de llevar al hombro la peana del santo. Los dos niños mas jóvenes llevarán el cirio a poca distancia. Es una sensación indescriptible y de una gran belleza plástica; la oscuridad de la noche, se funde con la oscuridad de las capar, y el contraste con la luz de las antorchas, adquiere un halo especial, al que se suman los cánticos en latín. Con un ¡Viva Sant Pere! y lanzada de barretinas al aire termina el ritual de la rogativa de Catí a Sant Pere de Castellfort.